Santo Domingo, R.D.- La espiritualidad desempeña un papel clave en la prevención de trastornos de salud mental como la ansiedad, la depresión y la ideación suicida, afirmó el psicólogo clínico y psicotraumatólogo Juan Aníbal González, en la XXI Asamblea General Ordinaria de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe (ODUCAL), celebrada por primera vez en la República Dominicana, con sede en la Pontificia Universida Católica Madre y Maestra (PUCMM).
Durante su conferencia magistral “Espiritualidad y resiliencia: enfrentando las crisis emocionales en universitarios”, que dio apertura a esta asamblea de la ODUCAL con más de 70 universidades de la región, González dijo que la espiritualidad puede actuar como un recurso preventivo, “pero cuando ya se tiene uno de estos trastornos mentales, son los especialistas (psicólogos y psiquiatras) los que tienen que ayudar a controlarlo”.
Juan Aníbal González indicó que tanto la espiritualidad como la religiosidad se asocian con variables positivas de salud mental, como el bienestar psicológico, la autoestima, el autoconcepto y la calidad de vida. “No se ha encontrado evidencia de que estén relacionadas con variables negativas como la depresión, la ansiedad o el estrés crónico”, dijo frente también a directores y académicos de la PUCMM, que asistieron a esta apertura.
Además, la espiritualidad potencia la resiliencia psicológica. Un estudio del 2020 en estudiantes universitarios de Estados Unidos confirmó que quienes practican la espiritualidad de forma auténtica tienden a reorganizarse mejor ante la adversidad, manteniendo su sentido y funcionalidad.
En universidades católicas de América Latina, los beneficios de integrar espiritualidad y vida académica han sido evidentes: mayor esperanza ante desafíos, mejor manejo emocional y menor riesgo de conductas autodestructivas. Los estudiantes que viven su espiritualidad como un componente ético y existencial desarrollan una identidad más cohesionada y resiliente.
Una generación consciente
El experto destacó que los jóvenes actuales muestran una sensibilidad inédita ante los temas de salud mental. “Es la generación con más conciencia de salud mental que ha existido nunca”, afirmó. En su experiencia clínica en Puerto Rico, “más del 80% de los pacientes son adultos jóvenes entre 20 y 40 años”, lo que representa un cambio significativo frente a generaciones anteriores.
No obstante, advirtió que la mayor conciencia de los problemas de salud mental también crea una mayor vulnerabilidad. Uno de los fenómenos que contribuye a esta vulnerabilidad es la cibercondria, es decir, la búsqueda excesiva de síntomas por internet.
“La prevalencia de trastornos de salud mental, tales como ansiedad, depresión mayor, ideación suicida y trastornos del sueño, ha alcanzado niveles alarmantes en poblaciones estudiantiles a nivel mundial”, alertó el psicólogo. Citó un estudio de la Organización Mundial de la Salud, realizado en 21 países, que encontró que más del 35% de los universitarios cumple el criterio para al menos un trastorno mental.
“Hoy, como nunca antes, hemos visto mayor comorbilidad en los pacientes con problemas de salud mental. Un joven con ansiedad tiene entre un 60% y 70% de probabilidades de presentar uno o dos trastornos adicionales”. Este panorama se repite en América Latina, donde factores como el acceso limitado a servicios psicológicos, la inseguridad económica, el estigma y las secuelas de la pandemia agravan la situación.
Factores que afectan la salud mental universitaria
González identificó cuatro factores que inciden directamente en la salud mental de los estudiantes universitarios: la sobrecarga académica y presiones de desempeño, desconexión existencial, fragilidad de los vínculos sociales e incertidumbre vocacional.
Al hablar de la sobrecarga académica y presiones de desempeño, dijo que “muchas veces comienza en el salón de clases”, y advirtió que la competencia en redes sociales también genera malestar psicológico.
Según el experto, más del 50% de los pacientes de los psiquiatras entrevistados en una convención en Estados Unidos presentaban como problema principal la “carencia de sentido”. “Estamos en un mundo con tantas ofertas de sentido que al joven le es difícil encontrar algo que le dé identidad, sentido y dirección”, afirmó.
Al abordar el tema sobre la fragilidad de los vínculos sociales, señaló que “vivimos en tiempos del ‘yo real’ y del ‘yo cibernético’… El joven se siente conectado en la comunidad virtual, pero cuando sale al mundo real no logra conectarse y eso genera aislamiento subjetivo”. Asimismo, explicó que “muchos egresados terminan trabajando en áreas distintas a las que estudiaron, lo que genera un profundo vacío existencial”.
El especialista subrayó el papel de las universidades católicas frente a este panorama. “Este es un reto ineludible. Su misión no puede reducirse a la transmisión de conocimiento, sino que debe extenderse al acompañamiento integral del ser humano”, enfatizó.
González dijo que la identidad católica, vivida con autenticidad y apertura, puede ofrecer recursos únicos para abordar el sufrimiento humano, “con sentido de comunidad, la trascendencia, el consuelo espiritual y la afirmación de la dignidad intrínseca de cada persona”.
“Cuando la ciencia y la fe se escuchan mutuamente, no se anulan, se enriquecen”, concluyó el investigador, enfatizando que el verdadero propósito de la universidad católica no es solo formar profesionales, sino seres humanos capaces de sostenerse y acompañar a otros en medio del sufrimiento.