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Manuel Corripio Alonso, discurso íntegro en la graduación PUCMM

Santo Domingo, R.D.-La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) celebró este sábado su graduación número 78 del campus Santo Domingo, con 1,326 nuevos graduados. El orador invitado en esta ceremonia fue el empresario Manuel Corripio Alonso, vicepresidente del Grupo Corripio y miembro de la Junta de Directores de la PUCMM. Aquí compartimos su discurso.

Saludos protocolares.

Empiezo por agradecer la oportunidad que ésta, la más prestigiosa casa de altos estudios del país, me brinda al poderme dirigir al futuro, representado en ustedes, la septuagésima octava promoción de egresados que esta Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra entrega al país. Mucho se espera de ustedes. Mucho han recibido, mucho podrán dar y deseo para ustedes que sea mucho con lo que merecidamente se les recompense.

Espero poder estar a la altura del privilegio que hoy, el Reverendo Padre Dr. Secilio Espinal me ha otorgado con su invitación y de la gentileza que ustedes me dispensan al escucharme, en el anhelo de que los que les vaya a compartir pueda servirles para revisar el pasado, observar el presente y tener una visión de posibles futuros, para su desarrollo profesional, pero sobre todo como personas.

Advierto, que no soy de los que tienen las respuestas. Enfoco siempre mi atención a las preguntas, y cuando respondo es tan solo para prepararme para nuevas y más complejas preguntas.

Tampoco hablaré de tecnología, ni de inteligencia artificial, no daré datos económicos, mucho menos pretenderé hacer predicciones, ni diseñar el futuro de la educación del país. Lo que haré es compartirles las preguntas que me hago y que me han acompañado en lo que pudiera denominar mi desarrollo. Es mi intención, lanzarlas a ustedes como semillas en la esperanza que caigan en tierra fértil y que a través de ellas, pueda cada uno de ustedes, a su forma, hacerse la suyas para con ellas llegar a sus propias conclusiones en la construcción de un futuro que sea enteramente suyo.

También tomaré muchas palabras prestadas de personas mucho más ingeniosas que yo, y a quienes en su momento les daré el crédito que se merecen.

A diferencia de las respuestas, las preguntas adecuadas y sucesivas nos van llevando, poco a poco, a mayores niveles de claridad. En cambio las contestaciones inmediatas tienden a ser el final del camino. Las interrogantes abren diálogos interiores, escenarios novedosos y rutas inexploradas. Las preguntas que me hago, traen respuestas, que mueven a la acción y preparan la mente para nuevas preguntas cada vez más complejas; y así, hasta el fin de los días, donde tendremos la única respuesta definitiva, la del juicio final que haremos sobre nuestras vidas y la que presentaremos al Creador de todo.

Las preguntas anteceden a las respuestas y éstas son el génesis de la acción; tan solo sugiero que en toda respuesta dejen un espacio al “puede ser”. Heráclito, filósofo griego presocrático, decía “Ninguna persona baja dos veces al mismo río”, dado que ni ella será la misma persona y las aguas, en su eterno fluir, también renuevan el río. Piensen ustedes cuantos supuestos daban por cierto años atrás y que hoy solo recuerdan con nostalgia, ya que fueron desechados por errados o incluso absurdos. Pues así seguirá siendo. Lo que puedan dar por seguro en este momento de sus vidas, puede que en diez años vuelvan a revisarlo y sustituirlo por un planteamiento superior.

La vida ha sido, es y seguirá siendo cambio y evolución constantes. De ahí el valor de la renovación de las preguntas y la cautela en las respuestas guardando con celo su pequeño espacio al “puede ser de otra forma mejor”. Mario Benedetti, escritor uruguayo, se refería esto con mayor gracia bajo la frase, “Justo cuando tenía todas las respuestas, me cambiaron las preguntas”. Hoy se gradúan, pero el aprendizaje de vida no termina nunca. Mantengan una curiosidad nunca satisfecha, conserven capacidad de asombro ante lo nuevo y flexibilidad de adaptación a nuevas realidades.

Ante las preguntas y respuestas: Se piensa con serenidad, se cuestiona con profundidad, se responde con humildad, se decide con cautela, se actúa con determinación, se evalúa con objetividad, y se vuelve, en un ciclo interminable, al inicio:  volver a pensar con serenidad, en este bucle, cada vez con mayor conocimiento.

Se le atribuye a Mark Twain, escritor y humorista americano del siglo XIX, la frase “Hay sólo dos momentos verdaderamente importantes en la vida de cada persona: el día que nace y el día que descubre para que lo hizo”.

El primer momento es bastante obvio. Llegamos a la vida sin pedirlo, sin saberlo, sin quererlo. Nacemos seres biológicos y sólo mediante el ejercicio de nuestra libertad, nos convertimos en personas dignas, ejerciendo esa libertad haciendo buen uso del libre albedrío mediante las decisiones que tomamos.

Las que tomarán a partir de ahora, con las preguntas que se responderán, con las acciones que de esas respuestas se irán desprendiendo irán construyendo su “Yo Futuro”, ese con el que sueñas ser, ese que responde al segundo momento de Twain, de para que se nace, ese que debe responder a la pregunta ¿Qué puedo hacer con lo que soy?.

Ese momento de ese descubrimiento, el de darnos cuenta de cuál es nuestro propósito en la vida; a diferencia del primero, no se nos da. Se vislumbra, luego se construye. Es posible que no todos sientan que ese segundo momento les haya llegado. Es normal. No se inquieten, pero tampoco pospongan. El tiempo es lo único -que malgastado- no podrá ser recuperado. Pregúntenselo incesantemente, que la respuesta correcta oportunamente llegará si las preguntas importantes persisten.

Advierto que la angustia será su eterna compañera de decisiones, ya que por cada aceptación habrá renuncias. Decidir implica abandonar. Dada la importancia para su futuro de las renuncias, una de las palabras más importantes para su futuro, curiosamente, será NO. Pienso en ella como un paradójico “No afirmativo”. Quiere decir, que rechazas o abandonas, porque dices NO a quien no eres y SI a quien quieres ser.

Debemos decir y decirnos:

  • NO a lo que te distraiga de tu verdadero propósito;
  • NO a engañarte confundiendo deseo con conveniencia;
  • NO a la insensatez, la injusticia, el abuso;
  • NO a complacer a la mayoría traicionando tus principios;
  • NO al poder que no te corresponde;
  • Incluso NO a los éxitos que no te merezcas.

Negar correctamente es un arte. Decirlo con gracia y sin culpas, sin ofender al que lo recibe y sin sentirse mal el que lo da, nos evitará problemas y pérdidas de tiempo. Nuestra cultura, siempre pendiente de agradar, de hacer bien, de ser aceptado, nos hace que resulte incómodo darlo, porque el sí complace y es casi una rendición. El NO es un acto de valentía, requiere esfuerzo, discernimiento y cierta reciedumbre de carácter.

A veces optamos por dar un sí disfrazado, sin convencimiento, uno que no queremos, que no nos conviene y que de antemano sabremos que no cumpliremos; recurriendo a un “déjame pensarlo; yo te aviso; estoy en eso”, esperando que el tiempo, el cansancio, tanto el del otro como el propio, o el olvido hagan aquello a lo que rehuimos. Pero, aún es peor cuando engañándonos a nosotros mismos, ya sea por pereza, por debilidad, o por temor, cuando nos decimos: “mañana me pongo en eso; como me veré ante los otros si les digo que no”. Tratemos de que en ese incesante conflicto entre lo cómodo que deseen y lo exigente de lo que les convenga, gane siempre lo que les conviene.

He notado, a fuerza de incurrir en errores, que mis arrepentimientos provienen más veces de un sí que no quería dar que de no que de manera firme, cortés y a tiempo he tenido la entereza de dar.

Si dominamos el arte del NO, será más fácil llegar a los sí que correspondan.

Para encontrar mi camino, expongo algunas de las preguntas que me hago. Tomemos por caso, para claridad de la demostración, un objetivo concreto, que puede ser expresado en la forma de recompensa material, un ascenso, un proyecto a emprender, un aporte a la comunidad, al país. Cualquier ejemplo es válido para estas preguntas. Pensemos en la construcción de un capital económico.

Empecemos: Si se desea construir ese capital, considera que tienes dos alternativas: una rápida, por ejemplo, ganarse la lotería, o que alguien te lo regale; y, otra más larga, trabajosa y difícil para alcanzar el mismo resultado: la del uso de tus capacidades y tu esfuerzo personal. ¿Cuál nos dará satisfacción?. Sin lugar a dudas, la más difícil, la del esfuerzo, porque solo así, ese éxito será merecido. Creo que lo traicionero del éxito no es obtenerlo, es estar convencidos de que lo merecemos.

Despejada la primera interrogante y obtenida la respuesta del merecimiento por nuestro esfuerzo, surge una segunda pregunta: ¿se me permite tomar atajos en la forma de trampas?; ser tramposo involucra esfuerzo; a veces hasta mayor. Sepan que la respuesta es que además de que dicho éxito sea merecido por el trabajo, también debe ser un éxito sin manchas y contar con la legitimidad de sabernos que fue obtenido en buena lid. Deber ser aquel que nos permita recordar con honor a nuestros ancestros, mirar a la cara a nuestros padres, a nuestros amigos y a nosotros mismos una vez enfrentados al espejo de la conciencia con la seguridad que hicimos lo correcto.

Habiendo despejado ya dos dudas, la del esfuerzo propio y legítimo; nace la tercera pregunta: ¿por qué escogí ese objetivo tan retador y en vez de otro más sencillo y menos demandante?. Pues porque tienes la obligación moral de dar tu mayor esfuerzo personal. No te guardes nada. Dalo todo; que si algo fallara no te reproches un descuido o te acose la culpa de que no hiciste todo lo que podías.

¿Cómo sabrás si das el máximo? Cuando sientas presión y un estrés moderado en tu accionar. Esa es la señal.

La vida me ha demostrado con obstinación, con sobrada razón y frecuencia que, como todos, no soy el mejor en nada. Siempre hay alguien mejor en algo. De eso no tenemos el control. Son dones que se reciben, sin pedirlos, como una gracia. Lo único que controlamos es nuestra voluntad de esforzarnos para dar el máximo y que en esa competencia con el destino nadie nos debe ganar. No rendirse nunca es una actitud, una decisión.

Prepárense para cada vez ser más exigentes con ustedes mismos. La voluntad, como una capacidad física, se entrena.

El principal límite a nuestros objetivos es el que está dentro de nosotros en la forma de temores y prejuicios. Les garantizo que no existen planes inalcanzables. Normalmente se trata de plazos poco realistas por no saber controlar las prisas.

Habiendo llegado a que nuestras realizaciones deben ser merecidas por nuestro trabajo, que nos den la tranquilidad que solo la legitimidad puede otorgar, que es el fruto de nuestro mayor esfuerzo; le toca el turno al tiempo: ¿Qué sucede si alcanzas tu propósito temprano en la vida y aun sobra mucha energía en tí?.

En aquellas raras ocasiones que esa situación me ha, inesperada y gratamente, sorprendido, con un éxito mayor del esperado o anticipado en el tiempo, caigo en la cuenta que ha llegado el momento de plantearse nuevos retos, esta vez más exigentes. Si alcanzas una meta, celebra brevemente e inmediatamente plantéate las siguientes. Son un horizonte que se aleja a medida que avanzamos y es lo que nos obliga a seguir.

¿Debo cambiar mis objetivos ante adversidades encontradas?. No. Sólo puedes ajustar tus metas, pero tu Gran Objetivo debe ser el mismo. La única forma de nunca llegar a donde te diriges es si constantemente cambias de sentido. Se dice que el que no sabe a dónde va, ya llegó.

¿Ese objetivo alcanzado debe retribuirme sólo a mi o a los demás? La respuesta es obvia. Si sólo fuera para mi y no para un nosotros más amplio, les garantizo que provocará una confusa sensación de vacío y de extraña soledad. Aquello que no genere prosperidad que se pueda compartir nunca valdrá la pena. Debe redundar en beneficios para todos: tu familia, tu comunidad, tu gremio, tu país, la humanidad.

El éxito sostenido conduce hacia la grandeza, y la grandeza es el éxito compartido. Es aceptar que todos estamos insertos en algo más grande que nuestra individualidad y que nuestros esfuerzos deben mejorar ese algo más grande. Es un acto de reciprocidad con el prójimo, con la vida. De no hacerlo así el éxito se pudiera volver en tu contra.

Luego, ¿puedo ser exitoso profesionalmente y haber generado daños irreparables en mi familia por descuido de ella o si alcanzado ese éxito hubiera traicionado mis valores y creencias fundamentales?. La respuesta ya está en libro de los libros. La encontramos simultáneamente en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas: “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo y perdiere su alma?”. Un éxito que te anule como ser humano y ente social, no tiene ningún sentido y solo conlleva sufrimiento.

Hay preguntas hasta el infinito, pero tan solo presento una última: Esto que te ha producido éxito merecido, legítimo, en el que has dado el máximo esfuerzo, que fue siendo ampliado en la misma medida que lo hacían tus capacidades, en el que pudiste contribuir con todos los que te acompañaron disfruten de él en la medida de su esfuerzo; en el que tu comunidad prosperará, y servirá para tu desarrollo personal, ¿te gustará? ¿disfrutarás ese camino?. Esa respuesta está dentro de cada uno. Sólo tú te la puedes responder. Mi única recomendación es que escojas entre dos alternativas: o haces lo que te gusta o te tiene que terminar gustando lo que hagas.

Sin hacernos estas u otras preguntas que cada uno escoja, se corre el riesgo de avanzar sin rumbo y actuar sin propósito. Leí en alguna parte que la tragedia de nuestra época es su riqueza de medios y su pobreza de fines. Esto confunde.

Estas preguntas, si bien no las únicas; ya que cada uno deberá hacerse las suyas, deben encontrar respuestas positivas más allá de cualquier duda. De haberlo hecho, habrán logrado algo que vas más allá de la felicidad, que es un término confuso hoy en día, ya que por su abuso lo hemos desnaturalizado, confundiendo alegría o placer con felicidad. Se ESTA alegre o triste, pero se ES feliz. Habrán logrado algo más permanente: un estado de plenitud, una vida lograda por el correcto aprovechamiento de sus virtudes, el florecimiento de su humanidad. Lo que Aristóteles denominó Eudaimonía.

¿Tendremos garantizado el éxito personal, profesional, económico con todo esto? Nada hay garantizado. Lo único seguro será nuestro propio esfuerzo. Debes, como dice Ruyard Kipling, “encontrarte con el éxito y la derrota y tartar a esos dos impostores de la misma manera”. Tanto el éxito como el fracaso pueden ser accidentes que nos ocurren.

El fracaso es una posibilidad, a veces injustamente recibida, pero posible. Dicen unos versos de Reiner María Rielke, poeta checo, con sobrada razón: “Deja que todo te suceda, la belleza y el terror. Solo sigue adelante. Ningún sentimiento es definitivo.” El fracaso sólo es definitivo cuando se deja de luchar.

Les cuento una historia de mucho significado para mí y poderoso ejemplo. La vida de mi abuelo Manuel, cuyo nombre me enorgullece llevar. Siendo un niño de trece años llega a Santo Domingo en 1921. A sus veintes funda con su hermano Ramón un pequeño negocio: un colmado. Llega la depresión del 29 a todo el mundo. No repuestos de esa crisis, en 1930 llega el ciclón de San Zenón que destruye la ciudad. Quiebran. Regresan a España en 1930. Empieza de nuevo otra vez con otro pequeño negocio. En 1936 estalla la Guerra Civil Española, que fue cruenta. Nuevo revés. Decide volver a Santo Domingo a empezar de nuevo por tercera vez y de ahí ya nunca paró. ¿Por qué sus reveses no fueron fracasos? Por la sencilla razón de que nunca los asumió como definitivos. Porque nunca se rindió. Porque tenía fe. Porque su único patrimonio era las ganas de salir de la pobreza y sólo contaba con su esfuerzo. Pasó por los reveses sin perder su entusiasmo.

Si bien pensamos que el fracaso no es definitivo. Guárdense de pensar que éxito sí lo puede ser. Pues tampoco. El éxito también puede ser provisional. Así como se sale del fracaso por el esfuerzo, se sale de ese estado de éxito temporal por la autocomplacencia, la arrogancia de pensar que es definitivo. Siempre, siempre, siempre se nos puede escapar. Al igual que en todo, solo el esfuerzo pudiera conservarlo.

Para evitar fracasar o para no perder el éxito alcanzado, tan solo cuídense del optimismo y les propongo sustituirlo por la esperanza. El optimismo carece de toda negatividad. Pretende desconocer la duda. El optimista está convencido de que todo estará bien y que el futuro está a su disposición. La esperanza supone acción. Con ella nos lanzamos a lo desconocido, a lo que todavía no es y que podemos hacer realidad con nuestro esfuerzo y con nuestro entusiasmo cauto. Asume riesgos. El optimismo nos ciega a las posibilidades, dando el éxito por hecho. La esperanza nos abre a ellas y a considerarnos dueños de nuestro destino.

Antes de irme, la gratitud. Dice Cicerón, que es la más importante de las virtudes porque es la que engendra a todas las demás. Nunca se es exagerado agradeciendo. Ustedes son privilegiados. Hoy están aquí por el esfuerzo de muchas personas, pero sobre todo de esas personas sentadas detrás de ustedes, sus padres y familiares. Solo ellos saben, calladamente, los esfuerzos, sacrificios y privaciones en las que incurrieron para hoy, justificadamente orgullosos, verlos a ustedes aquí, coronando el éxito de esta etapa en su camino. Su éxito es también de ellos. Siempre agradezcan y recuerden; den y olviden.

Concluyo tomando prestada otra idea, de un rockero español. Un solo verso de su canción “Antes de que cuente diez”:

Lo que te llevará al final serán tus pasos y no el camino”

El camino se les abre delante. Son ustedes que deben caminarlo. No se dejen sugestionar por una supuesta falta de experiencia atribuida a su juventud. Caminen, que estamos en medio de la gestación de un mundo nuevo donde la imaginación, de la que ustedes van sobrados, es más necesaria que la experiencia y los prejuicios que tenemos los mayores. Escúchenlos con respeto, ponderen sus consejos, pero utilicen su ingenio y criterio. Sepan que nadie ha hecho nada nuevo leyendo las instrucciones de lo que ya existe.

En sus pasos descubrirán para que nacieron, se harán preguntas, unas los atormentarán, otras los aclararán, sabrán responderlas con objetividad, sabrán renunciar dando una negativa a lo que un “no” merece, actuarán con justicia y prudencia, mirarán a la cara tanto al éxito como al fracaso tal cual son: temporales; contarán con su voluntad y determinación; darán su mejor esfuerzo; no desfallecerán en él. Nunca. Se sentirán satisfechos y reciprocarán el sacrificio de los demás con amor, para luego sacrificarse ustedes por los que vendrán, de los que no esperarán nada más que la satisfacción de haberlos ayudado, y alcanzarán la plenitud. La suya. La Providencia los bendecirá y bendecirá sus propósitos. Que así sea.

Felicitaciones!

Muchas gracias.

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